viernes, 7 de junio de 2019

El "Graf Zeppelin" en Buenos Aires


La historia de los dirigibles comenzó en 1852, cuando el 24 de septiembre el "Giffard I" recorrió 26 kilómetros por el cielo de París y sus cercanías. Su creador, el francés Henri Giffard lo había dotado con un motor de vapor, una hélice y una vela por timón. El brasileño Alberto Santos Dumont los perfeccionó a partir de 1894, les agregó un motor de explosión e hidrógeno, y con uno unió en 1901 a París con Saint Cloud. Recorrió los aires a 70 kilómetros por hora, mientras que el "Giffard" no había pasado de los ocho.
Estos primeros aparatos poseían estructuras de tela que se inflaba por aire caliente.
 Desde poco antes, Alemania tenía su dirigible, rígido, no inflado, por iniciativa y obra del conde von Zeppelin. Los dirigibles tuvieron participación en la primera guerra mundial, como naves de observación, y de ataque, ya que los alemanes se valieron de ellos para bombardear Londres. En julio de 1919, el Atlántico fue cruzado por primera vez por un dirigible británico. Pero fueron nuevamente los alemanes quienes dieron desarrollo a la aeronavegación comercial basándose en estos aparatos, y en 1929, una unidad, el "Graf Zeppelin", dio la vuelta al mundo.


 El primer dirigible que voló por el cielo argentino fue "El Plata", incorporado a la Armada allá por 1920. 
Para junio de 1934 se anunció un viaje del "Graf Zeppelin" a Sudamérica. Buenos Aires esperaba ansiosamente al dirigible con las primeras horas del 30 de junio de 1934. La aeronave, de 236 metros de eslora (de largo) diámetro, había partido de Alemania el 23 anterior. Tras pasar por Sevilla, tomó el rumbo del Brasil. Desde allí seguiría hasta la Argentina.
Tenía el "Graf Zeppelin" comodidades para transportar de 24 a 35 pasajeros, según la distancia del vuelo que realizase. La impulsión se lograba con cinco motores de 530 caballos de fuerza cada uno. 



La crónica del diario "La Nación" dice que "cuando el alba había comenzado a bruñir las aguas del río y a desnudar con su claridad las torres y las cúpulas de sus edificios, la gente avizoraba ya las distintas latitudes del cielo. Buenos Aires esperaba con ansiedad feliz la llegada de la aeronave, como si cada uno de sus habitantes tuviese un pasajero a bordo... La muchedumbre andaba con paso lento y la mirada en el espacio".
 Pocos sabían que desde la medianoche el "Graf Zeppelin" navegaba sobre las aguas del Río de la Plata y que, a partir de las 2:00, se mantenía volando sobre el delta del Paraná, a la espera de que con el alba llegara el momento de acercarse a la ciudad. Así lo hizo por varias horas, para aguardar a que la población se despertara.


 Con las primeras luces del día, cientos y cientos de automóviles tomaron el camino de Campo de Mayo, donde descendería la aeronave. La temperatura no era propicia porque una fuerte helada, acompañada de un airecillo agudo y penetrante, atería los miembros. Mientras tanto, doscientos soldados, encargados de realizar las tareas de amarre, recibían en el campo de aterrizaje las últimas instrucciones: tendrían que aferrar por más de una hora los cables de amarre que unían a la nave con la tierra, ya que no se contaba en el país con las instalaciones necesarias para su "estacionamiento".
Una nubecilla dibujada en el horizonte fue tomando de a poco las formas del dirigible. En tierra se reiteraba constantemente la prohibición de fumar por haber grave peligro de explosión. 

Graf_Zeppelin_Avenida_de_Mayo_Buenos_aires

El Graf Zeppelin continuó avanzando a escasa velocidad, y a las 5:00 se mostró en toda su imponente grandeza. Las campañas de los templos daban las 7:00 cuando la aeronave inició su vuelo sobre la ciudad fundada por Garay. Por fin, enfiló hacia la guarnición militar, donde tocó tierra a las 8:47. Apenas permaneció una hora en Campo de Mayo, lapso en el que descendieron unos pasajeros y ascendieron otros. Entre aquéllos el escritor y periodista Manuel Mujica Láinez, que había hecho el viaje a su bordo desde Río de Janeiro. 
A las 9:47, la barquilla recibió el primer impulso dado por los soldados que lo sujetaban en momentos en que comenzaron a trepidar los motores. Poco después el dirigible se desprendió del suelo e inició el viaje de retorno.
 Años después, una unidad similar al "Graf Zeppelin" (el "Hindemburg") sufrió un terrible accidente en Nueva York, y ese incidente, junto con los nuevos aviones que permitían realizar viajes transoceánicos rápida y económicamente, marcaron el final de los dirigibles. En nuestros días, han resurgido con fines publicitarios, como el de "La Serenísima", y para combatir incendios forestales.

Foto: Histarmar

El Graf  Zeppelin en Campo de mayo el 30 de junio de 1934 Foto: Histarmar



(Texto del profesor Enrique Mario Mayochi, publicado en el diario "La Nación", el 25 de septiembre de 1988)

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