La historia de los
dirigibles comenzó en 1852, cuando el 24 de septiembre el "Giffard I"
recorrió 26 kilómetros por el cielo de París y sus cercanías. Su creador, el
francés Henri Giffard lo había dotado con un motor de vapor, una hélice y una
vela por timón. El brasileño Alberto Santos Dumont los perfeccionó a partir de
1894, les agregó un motor de explosión e hidrógeno, y con uno unió en 1901 a
París con Saint Cloud. Recorrió los aires a 70 kilómetros por hora, mientras
que el "Giffard" no había pasado de los ocho.
Estos primeros aparatos
poseían estructuras de tela que se inflaba por aire caliente.
Desde poco
antes, Alemania tenía su dirigible, rígido, no inflado, por iniciativa y obra
del conde von Zeppelin. Los dirigibles tuvieron participación en la primera
guerra mundial, como naves de observación, y de ataque, ya que los alemanes se
valieron de ellos para bombardear Londres. En julio de 1919, el Atlántico fue
cruzado por primera vez por un dirigible británico. Pero fueron nuevamente los
alemanes quienes dieron desarrollo a la aeronavegación comercial basándose en
estos aparatos, y en 1929, una unidad, el "Graf Zeppelin", dio la
vuelta al mundo.
El primer
dirigible que voló por el cielo argentino fue "El Plata", incorporado
a la Armada allá por 1920.
Para junio de 1934 se
anunció un viaje del "Graf Zeppelin" a Sudamérica. Buenos Aires
esperaba ansiosamente al dirigible con las primeras horas del 30 de junio de
1934. La aeronave, de 236 metros de eslora (de largo) diámetro, había partido
de Alemania el 23 anterior. Tras pasar por Sevilla, tomó el rumbo del Brasil.
Desde allí seguiría hasta la Argentina.
Tenía el "Graf
Zeppelin" comodidades para transportar de 24 a 35 pasajeros, según la
distancia del vuelo que realizase. La impulsión se lograba con cinco motores de
530 caballos de fuerza cada uno.
La crónica del diario
"La Nación" dice que "cuando el alba había comenzado a bruñir
las aguas del río y a desnudar con su claridad las torres y las cúpulas de sus
edificios, la gente avizoraba ya las distintas latitudes del cielo. Buenos
Aires esperaba con ansiedad feliz la llegada de la aeronave, como si cada uno
de sus habitantes tuviese un pasajero a bordo... La muchedumbre andaba con paso
lento y la mirada en el espacio".
Pocos sabían
que desde la medianoche el "Graf Zeppelin" navegaba sobre las aguas
del Río de la Plata y que, a partir de las 2:00, se mantenía volando sobre el
delta del Paraná, a la espera de que con el alba llegara el momento de acercarse
a la ciudad. Así lo hizo por varias horas, para aguardar a que la población se
despertara.
Con las
primeras luces del día, cientos y cientos de automóviles tomaron el camino de
Campo de Mayo, donde descendería la aeronave. La temperatura no era propicia
porque una fuerte helada, acompañada de un airecillo agudo y penetrante, atería
los miembros. Mientras tanto, doscientos soldados, encargados de realizar las
tareas de amarre, recibían en el campo de aterrizaje las últimas instrucciones:
tendrían que aferrar por más de una hora los cables de amarre que unían a la
nave con la tierra, ya que no se contaba en el país con las instalaciones
necesarias para su "estacionamiento".
Una nubecilla
dibujada en el horizonte fue tomando de a poco las formas del dirigible. En
tierra se reiteraba constantemente la prohibición de fumar por haber grave
peligro de explosión.
Graf_Zeppelin_Avenida_de_Mayo_Buenos_aires |
El Graf Zeppelin
continuó avanzando a escasa velocidad, y a las 5:00 se mostró en toda su
imponente grandeza. Las campañas de los templos daban las 7:00 cuando la
aeronave inició su vuelo sobre la ciudad fundada por Garay. Por fin, enfiló
hacia la guarnición militar, donde tocó tierra a las 8:47. Apenas permaneció
una hora en Campo de Mayo, lapso en el que descendieron unos pasajeros y
ascendieron otros. Entre aquéllos el escritor y periodista Manuel Mujica
Láinez, que había hecho el viaje a su bordo desde Río de Janeiro.
A las 9:47, la
barquilla recibió el primer impulso dado por los soldados que lo sujetaban en
momentos en que comenzaron a trepidar los motores. Poco después el dirigible se
desprendió del suelo e inició el viaje de retorno.
Años después,
una unidad similar al "Graf Zeppelin" (el "Hindemburg")
sufrió un terrible accidente en Nueva York, y ese incidente, junto con los
nuevos aviones que permitían realizar viajes transoceánicos rápida y
económicamente, marcaron el final de los dirigibles. En nuestros días, han
resurgido con fines publicitarios, como el de "La Serenísima", y para
combatir incendios forestales.
Foto: Histarmar |
El Graf Zeppelin en Campo de mayo el 30 de junio de 1934 Foto: Histarmar |
(Texto del profesor Enrique
Mario Mayochi, publicado en el diario "La Nación", el 25 de
septiembre de 1988)
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